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Manifesto:
Muy pronto aprendí que ser honesto conmigo mismo era la mejor manera de encontrarme y relacionarme con los demás: solo cuando te muestras sin artificios puedes transmitir tu verdadera personalidad.
En muchas ocasiones esta elección me desnuda: expone mis virtudes pero también mis defectos. No soy perfecto porque soy humano y en la imperfección está la belleza de lo real.
Me formé en grandes restaurantes pero, sobre todo, con grandes personas, maestras y maestros que me enseñaron la lección más importante: la cocina es la oportunidad de establecer conexiones.
Picar cebolla doce horas al día te enseña que la constancia consiste en llegar al lugar que te corresponde sin atajos, con los pies en el suelo, trabajando el día a día para construir un futuro sólido.Estas bases me dieron seguridad para mostrarme con transparencia, porque estoy seguro de que el vestido que mejor sienta al talento es la desnudez que permite apreciar la calidad que uno lleva dentro.
Solo aspiro a ser un cocinero completo, que entiende la cocina como un todo donde todo es igualmente importante salvo el sabor, que está por encima del resto.
No busco la exhibición, pero no temo a mostrarme tal y como soy en redes sociales o donde sea necesario, porque quiero que mi cocina, perfecta en su realidad, sintonice con todo tipo de paladares, sin importar su experiencia gastronómica.
Cocinar es un acto social, entendido como una oportunidad para conectar con el momento que me ha tocado vivir, con uno mismo y con la gente que habla el idioma del sabor.